07 agosto, 2012

Tardes soleadas de un después

 "...mas del cielo los dos sé
que estamos muy cerca,
tú porque eres hermosa,
yo porque soy muy viejo"
Víctor Hugo.






A través de los cristales
veo las montañas de la ciudad,
reflejando la luz solar,
avisando que pronto la noche
fría y oscura, de magia todo cubrirá.

Luego, las palabras vuelan
por encima del humo del café,
y pronto se hacen ecos,
y no saben, ni ellas ni yo,
porqué todo debe terminar, porqué.

Calles frías e históricas
nos recuerdan que nos perdimos
en el río del tiempo,
del que podemos salir nadando
despacio, juntos, sonrientes de la mano.


II

Y después de la epopeya vivida,
puedo abrir más los ojos,
y ver cada detalle del mundo y de la vida;
abrir más la mirada
teniendo los párpados cerrados.

La sombra que nace por culpa del sol,
un pájaro que canta sin pena,
un árbol que baila con el viento,
la inmensa sonrisa de un niño,
la mirada cansada del anciano.

Tener la pupila encarcelada
detrás del parpado soñoliento,
y aún así seguir caminando,
viendo todo con cada sentido,
sobre todo con el más sensible:
el corazón.



III

Tu mirada profunda y estática
que hace temblar al Coloso;
tus manos tersas y pequeñas,
que hacen enternecer a los volcanes;
tu voz, dulce e inquieta,
que hace dormir a los raudales.

Tu delicada silueta,
que envidian los ríos;
la suavidad de tu cabello
que desean campos de algodones;
tu ser, único y majestuoso,
que quiere este hombre.

Musa de tantos poemas,
luz de tantas sombras,
recuerdo de tantos momentos,
mujer, soñada en mis versos.

IV

Sueño con volver a vivir, solemne,
tardes soleadas contigo, siempre,
y no quedarme en sueños
tampoco en estos imborrables recuerdos.

Razones de estar contigo abundan,
cada día nace una fuente de motivos,
de sueños y de razones para estar a tu lado;
lo difícil y triste es suponer que tú
no encuentras y no hallas
razones para estar conmigo.






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