27 febrero, 2012

La muerte del poeta.

I

Hoy, de dolor se murió un poeta 
y el mundo nunca lo sabrá;
pues casi todos los poemas que escribió
los guardó en su corazón, 
y además, a nadie jamás demostró
todo lo que tenía para dar.


II

Ninguna mujer cayó a sus pies
pues él las dejaba a todas
en un pedestal, encima de él
como musas y seres perfectos
a las que había que cuidar
y todos los días, con amor alimentar.

Sus ojos sólo pertenecían a una mujer
 y quería que Ella lo condenara
pero ella nunca se dio cuenta 
de lo que sentía tan profusamente él, 
y la penumbra llegó y el tiempo acabó...
y aquel amor jamás, ni siquiera empezó.

A nadie le importaron las lagrimas 
que aquél poeta derramó
bajo la luna y las estrellas. 
Nadie se preocupó por sanar el corazón
de aquél poeta, quien dice ser
el sanador de corazones.

Regalaba poemas
no a cambio de monedas, admiración
y menos de elogios;
sino a cambio de un beso de amor
o quizá un abrazo con pasión.
Nunca nadie eso le concedió.

III


Así es que hoy es el día
donde aquél poeta se despide
de estrellas, flores y mujeres;
pues no habrá más poemas,
canciones ni verdades
que expresarles  o recitarles.

Porque ni la vida le agradeció:

a cambio de escribir poemas
hechos con dulzura y sueños

ni siquiera un poco de felicidad
a aquél pobre hombre le dio.

IV


No tengo a nadie para que cure mi dolor...

ni el sol, ni el agua y menos mi amada...

ni siquiera a mi mismo me tengo,

pues es tanto lo que siento
que mi corazón se quema por dentro.

Hoy por fin comprendo
que estos tiempos no son para poetas,
que actualmente este mundo
y estas personas, no abren puertas
a quienes, como yo, abren su corazón.
Así que me marcho, triste y desangrado
implorando algo:


V


Hoy a muerto un poeta, 
un poeta romántico, sentimental
entendedor, soñador y dedicado: yo.
Y ha renacido un poeta maldito...
Que escupe al mundo su desilusión;
que grita al vacío su angustia
y que en sus poemas plasma su dolor,
que no cree en amistad ni en amor.








19 febrero, 2012

Sangre dulce




Estamos desangrándonos segundo a segundo
mientras el corazón cruje y las venas se retuercen
con un dolor crudo y nauseabundo
y así, nuestros ojos envejecen.


Aunque en mí no veas la sangre
podrás ver los recuerdos, el dolor y el amor
pues con mis palabras puede que me desangre
en medio de la oscuridad: eso me da pavor.


Nuestros cuerpos y nuestras miradas
no se conocen
pero nuestras mentes y nuestras almas
cada vez más se entienden y reconocen.


Te duelen más las heridas
que recibe tu corazón,
que las de tu piel, plasmadas
en momentos de locura y pasión.


Quienes a la sangre tanto temen,
son los que nunca se dan cuenta
que sin ella vivir no pueden,
que con ella se hace su existencia más lenta.


Aunque el cielo se torne gris
seguirá luchando por vivir el jazmín,
el mar seguirá teniendo su matiz
y siempre serás la flor más bella de mi jardín.


La muerte será algo bello
si justo al momento de partir
hay sobre mí una mirada y tu cabello...
y si tu perfume de mujer, allí, puedo sentir.


Qué dulce y alegre es que estemos locos
¿no te parece?
Eso nos permitirá vivir felices como pocos
¿Algo así no te apetece?







Culpable


A Linda, la más linda de las Lindas;
porque no hay Linda ni mujer más linda que Linda.


Esta mujer es una urna.



Y para mi alma taciturna
por el dolor que la consume,
esta mujer es una urna
llena de místico perfume...!

León de Greiff.




Te condeno.
Te recuerdo, te acuso y te condeno:




Por hacerme vivir uno de los días más felices de mi vida.
Por hacerme apreciar y mirar como nunca qué es vivir.
Por hacerme reafirmar que las mujeres son lo más bello y excelso.
Por hacer saltar a mi alma de felicidad con cada abrazo.
Por hacer reír y sonrojar a mi corazón con cada palabra.
Por hacerme titubear y soñar con cada mirada.


Por recordarme qué es querer sin límites.
Por recordarme lo hermoso del crepúsculo.
Por enseñarme a callar, recordar, amar, imaginar, luchar, valorar y a vivir.
Por enseñarme parte de tu corazón.


Porque tu recuerdo me acompaña todos los días.
Porque tu mirada la imagino al ver el sol.
Porque tu rostro lo dibujo junto a estrellas y nubes.
Porque tus palabras dicen tanto como el silencio.
Porque causas los más profundos y prolongados silencios.


Por darme el privilegio, regalo y oportunidad de conocerte.
Porque quizá no sabes ni imaginas cómo me siento, ni lo que siento ni lo que sueño, no sé, pero si no digo todo esto, me desespero, me equivoco, y, como siempre: lo lamento.


Te declaro culpable de entrar a mi corazón, y posarte allí como se posan las hojas en el bosque, las aves en los árboles, los recuerdos en la mente, porque estarás allí para siempre.


Precisamente, por hacer todo eso, y porque sé que nunca serás mi pareja y nuestras almas nunca se juntarán como imagino, te condeno.






Me dijiste que te condenara, pero... ¿A qué te condeno? Eso es lo más difícil; no te puedo condenar, si te condeno, posiblemente me condenaré a mi mismo, más duramente.


Si te condeno a abrazarme, siendo condena, esos abrazos quizá sean fríos y me quemarán como el hielo.
Si te condeno a besarme, siendo condena, esos besos quizá sean vacíos y obligados, y me lastimarán como espinas.
Si te condeno a quererme, siendo condena, simplemente no me querrás, y me engañaré a mi mismo.
Si te condeno a verme, siendo condena, sentirás fastidio y tedio, y me condenarás privándome de verte.
Si te condeno a estar junto a mí, pronto te irás y alejarás para siempre de mi; me condenaré a la soledad, al frío, a la nostalgia, al dolor y a la herida eterna.
Si te digo todo esto seguramente me condenaré a algo, me arriesgo a eso, pero quizá prefiero eso, a condenarme para siempre al arrepentimiento por no haberte dicho esto.


Tengo un amor oculto tan profundo como una mirada, un silencio o el universo; tú, sácalo y dale vida.




Pero si aceptas estas condenas (abrazarme, besarme, quererme, verme, estar junto a mí; mirarme, recordarme, preguntarme, pensarme... ¡y más!) , no dudes ni un segundo, que en lugar de ser condenas serán sueños, anhelos, comportamientos, palabras y promesas hermosas, inesperadas, sorprendentes, cariñosas, sublimes y honestas que alguna vez una mujer podrá recibir de parte de algo tan tonto y brusco como lo es un hombre. Porque luego de ser hombre: soy poeta.


No es algo de primera vista, no es algo inventado ni improvisado; te he visto, te he imaginado, te he soñado, te he esperado y, por fin, te he encontrado.


Ahora te escucho o te leo, atentamente; y si no las aceptas: simplemente aceptaré la manera como tu me quieras condenar.