30 septiembre, 2012

Atlántida

Mientras el cuerpo yacía en descanso
entre un colchón viejo y cobijas ásperas,
la mente era feliz jugando a ser pintora,
luego, hacer de ese cuadro una obra de teatro.

Puede que los ojos en aquél delirio
estén enteramente cerrados,
pero vi todo tan colorido como el agua
donde Narciso se enamoró de si mismo.

Un hecho histórico, de sumo impacto
que partía en dos, de nuevo, a la humanidad:
la mítica Atlántida había sido descubierta,
el secreto revelado, tierra prometida bajo el mar.

Tesoros por doquier, estatuas aun en pie,
precisas formas cubiertas de musgo y algas,
una ciudad que creían jamás existió,
sería ahora, ya descubierta, capital del mundo.

Mientras sentía que navegaba en esas aguas,
el ropaje de piel que cubre mis ojos subió,
y me daba el sol en la cara, y era mediodía,

me di cuenta que la Atlántida
seguía oculta en algún lugar,
debajo del mar o en medio de sueños.



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