19 febrero, 2012

Culpable


A Linda, la más linda de las Lindas;
porque no hay Linda ni mujer más linda que Linda.


Esta mujer es una urna.



Y para mi alma taciturna
por el dolor que la consume,
esta mujer es una urna
llena de místico perfume...!

León de Greiff.




Te condeno.
Te recuerdo, te acuso y te condeno:




Por hacerme vivir uno de los días más felices de mi vida.
Por hacerme apreciar y mirar como nunca qué es vivir.
Por hacerme reafirmar que las mujeres son lo más bello y excelso.
Por hacer saltar a mi alma de felicidad con cada abrazo.
Por hacer reír y sonrojar a mi corazón con cada palabra.
Por hacerme titubear y soñar con cada mirada.


Por recordarme qué es querer sin límites.
Por recordarme lo hermoso del crepúsculo.
Por enseñarme a callar, recordar, amar, imaginar, luchar, valorar y a vivir.
Por enseñarme parte de tu corazón.


Porque tu recuerdo me acompaña todos los días.
Porque tu mirada la imagino al ver el sol.
Porque tu rostro lo dibujo junto a estrellas y nubes.
Porque tus palabras dicen tanto como el silencio.
Porque causas los más profundos y prolongados silencios.


Por darme el privilegio, regalo y oportunidad de conocerte.
Porque quizá no sabes ni imaginas cómo me siento, ni lo que siento ni lo que sueño, no sé, pero si no digo todo esto, me desespero, me equivoco, y, como siempre: lo lamento.


Te declaro culpable de entrar a mi corazón, y posarte allí como se posan las hojas en el bosque, las aves en los árboles, los recuerdos en la mente, porque estarás allí para siempre.


Precisamente, por hacer todo eso, y porque sé que nunca serás mi pareja y nuestras almas nunca se juntarán como imagino, te condeno.






Me dijiste que te condenara, pero... ¿A qué te condeno? Eso es lo más difícil; no te puedo condenar, si te condeno, posiblemente me condenaré a mi mismo, más duramente.


Si te condeno a abrazarme, siendo condena, esos abrazos quizá sean fríos y me quemarán como el hielo.
Si te condeno a besarme, siendo condena, esos besos quizá sean vacíos y obligados, y me lastimarán como espinas.
Si te condeno a quererme, siendo condena, simplemente no me querrás, y me engañaré a mi mismo.
Si te condeno a verme, siendo condena, sentirás fastidio y tedio, y me condenarás privándome de verte.
Si te condeno a estar junto a mí, pronto te irás y alejarás para siempre de mi; me condenaré a la soledad, al frío, a la nostalgia, al dolor y a la herida eterna.
Si te digo todo esto seguramente me condenaré a algo, me arriesgo a eso, pero quizá prefiero eso, a condenarme para siempre al arrepentimiento por no haberte dicho esto.


Tengo un amor oculto tan profundo como una mirada, un silencio o el universo; tú, sácalo y dale vida.




Pero si aceptas estas condenas (abrazarme, besarme, quererme, verme, estar junto a mí; mirarme, recordarme, preguntarme, pensarme... ¡y más!) , no dudes ni un segundo, que en lugar de ser condenas serán sueños, anhelos, comportamientos, palabras y promesas hermosas, inesperadas, sorprendentes, cariñosas, sublimes y honestas que alguna vez una mujer podrá recibir de parte de algo tan tonto y brusco como lo es un hombre. Porque luego de ser hombre: soy poeta.


No es algo de primera vista, no es algo inventado ni improvisado; te he visto, te he imaginado, te he soñado, te he esperado y, por fin, te he encontrado.


Ahora te escucho o te leo, atentamente; y si no las aceptas: simplemente aceptaré la manera como tu me quieras condenar.




No hay comentarios:

Publicar un comentario