08 agosto, 2013

El corazón es un baúl

A quién corresponda, a quién lo acepte.


El corazón es un baúl irrepetible y complejo, querida. Es capaz de guardar recuerdos por más malignos que sean; de acelerar o detener su paso en un segundo debido a una mirada, un beso o un adiós; de escribir una carta con nostalgia pura; de tomarse un café con amargura por dulce que esté; de abrir espacio para las personas que quieran ser sueños. Ah, el corazón, ese milenario centro de vida, signo de amor, aviso de muerte. Sabes, mujer dulce, todos los que sean capaces de mirar a los ojos poseen corazón, no importa si acabó de florecer o está marchito. Y el que tenga corazón, digno ha de ser de tener algo de amor. Por eso, cuando nosotros nos miramos alguna vez no existía nada más que nosotros dos, fuimos tantas veces uno solo que tranquilamente pudimos vivir con un solo corazón. Pero a veces el amor no cabe ahí. A veces el amor debe guardarse en otras partes como en los labios o en las yemas y ser libre como en el beso o en la caricia. Nosotros lo guardamos en todas partes, lo liberamos en todas las formas. ¿Lo olvidaste? ¡Ah, ten cuidado con el tiempo, cariño! El tiempo es el único que logra echar ese baúl al mar del olvido para siempre. Con todo y recuerdos y cafés y cartas y miradas y personas. No dejes que todo eso se borre, se evapore, se derrita, se extinga ni se vaya. Porque sabes, amor mío, ese corazón que tú posees es tan tuyo como mío, y este mío es todo tuyo... Amor mío, no sabes cuánto luché por encontrar la llave para entrar en él, por conocer la cura adecuada para curarle de tristezas, por crear las palabras debidas para hacerlo sonreír, por convertirme en su guardián único e inmortal. Y ahora que estamos lejos no me importa el espacio. El latir de tu corazón llega a mí cuando miro el cielo y se transforma en la música de mis noches y en la razón de mi existencia.

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