15 diciembre, 2012

Pena de muerte



PENA DE MUERTE


“Now for my last--let me look back a moment; 
the slower fainter ticking of the clock is in me, 
exit, nightfall, and soon the heart-thud stopping.

“Déjame mirar atrás por última vez.
Siento en mí el leve y menguante tic tac del reloj.
Muerte, noche, y pronto se detendrá el latir de mi corazón.”[1]

WALT WHITMAN.


Con frecuencia últimamente me encuentro ante los dos jueces
más implacables y frecuentes del humano:
el Espejo y la Memoria.
El primero que nos impone
-dejándonos un innato dolor-
el ver qué somos hoy;
el segundo nos lleva al ahogo
de ver y hasta vivir un instante
de lo que fuimos antes.

Cada arruga que en mi rostro se traza
es el vestigio de alguna sonrisa o sollozo
que proferí siendo un enérgico y noble niño,
un confundido y dolorido joven,
o un corpulento y fatuo adulto.
Cada arruga que se dibuja en mi cuerpo
es el rastro de cada otoño ya vivido;
y son tantas las que poseo
que no sé cuántos años tengo.

Mis hijos al pasar los años se fueron yendo,
para forjar una familia como yo hice con ellos,
y así, encontré hace mucho mi mejor compañía:
un reloj que dicta los días que me quedan,
pues siendo viejo ya la cuenta es regresiva.

La enfermedad me acechó entre sombras.
Me escabullí entre los días sin que me viera,
y cuando creí que la había perdido,
recayó ante mí con brutalidad,
dejándome a la merced de la fúnebre palidez.

Cada día que pasa me veo inmerso
en una insoportable y cruda soledad,
escuchando mientras concilio el sueño
los pasos que nunca me atreví a dar,
sintiendo en el pecho los amores que se fueron.

Son pues estos dos jueces fruto de mí mismo,
y del devenir implacable que hay en la vejez
para cada ser vivo que logra llegar hasta aquí.
Ya no me defiendo; sólo espero.
Ya no caigo en vacío ni llanto; recuerdo todo, sonriente.

Así, hoy me encuentro a pocos días de la muerte.
Consolándome al pensar que iré a donde mis antepasados
también han sido llevados,
al saber que seré lo que fui
justo antes de nacer y recorrer este mundo
poblado de gente y yermo de comprensión:
un alma que divaga rincones del mundo,
que sobrevuela pasajes del universo,
que busca sin descanso y con empeño
un breve momento de la eternidad,
en el cual habitar y saber qué es la vida.




[1] En la versión de Agustí Bartra.

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