05 marzo, 2012

Tengo, luego amo.

A ti, que nunca me amarás.


Tu, no calles
porque cada noche
pienso en tu voz
corriendo por el aire.

Tu, siempre mira,
pues en tus ojos se esconden
una dulzura y una ternura
productoras de felicidad.

Mi bella, nunca cedas
pues en las tardes
recuerdo tu sonrisa
y tus abrazos de canela.

No te aflijas
porque el sol
que nos ilumina
allí arriba nos admira.

Nunca llores
porque cada lagrima
es más salada
que mil mares.

Pero escúchame,
al oído te susurraré
cuantos sueños he tenido
con vuestra merced.

He soñado
dormido y despierto;
pero ya al fin he caído
entre la cruel verdad.

Tengo que callar
para que esto,
que miras con esos hermosos ojos,
no cambie, nunca cambie.

Para que esta realidad,
que para ti es tan estable o normal,
no sea una tragedia o un mal
por culpa de mi amor por tu mirar.

Y para no decir más
quizá con dos palabras bastará
pues desde hace tiempo las guardo
entre temor y bondad.

Pues al decirlas nuestros
mundos cambian de forma fugaz,
pues son tan profundas
como el agua del mar.

Con suspiros y fascinación,
con desesperanza y miedo
con incertidumbre te digo
que esas dos palabras son:

Te amo.

Qué frase más desalentadora,
repetida y quizá inservible.
Pero no la digo; la siento,
la sufro, la vivo y la padezco.

Es tan complejo expresarlo
pues nadie me cree.
Si, eso es lo que más duele;
así que tengo, luego amo:

Tengo que resistir,
tengo que soñar,
tengo que esperar,
tengo que llorar.

Tengo que hablarte
sin poder besarte.
Tengo que verte
sin poder amarte.

Tengo que aguantar
tengo que mirar
tengo que temer
tengo que caer.

Y luego de tener
que hacer todo eso,
por fin amo, y me doy cuenta
que eso ya es algo vacío.

Dime qué hacer
pues eso ya no lo sé.
Dime que sientes
pues eso, por fin me aliviará.

Atraviésame con tus palabras
cargadas de honestidad.
Aunque mi corazón se desangre...
así por fin descansará... Quizá... Ojalá...





No hay comentarios:

Publicar un comentario