30 agosto, 2012

Sonrisa en el mar



"...Esta mortal ternura con que callo 
te está abrazando a ti mientras yo tengo 
inmóviles mis brazos. "

J. S.

I

Lejos, lejos de mi, canta el incesante mar
mientras sus olas vienen y ván,
impactan rocas y vuelven satisfechas.

Allá arriba, suspira el inmenso cielo,
mientras una de las estrellas
ha decidido bajar, para consentirte.

Aquí, lejos del mar, lejos de ti,
la tormenta en mi vida se hace real
y tengo nublados de lágrimas los ojos,

tan saladas como el agua
que ahora lavan tu cuerpo
y limpian tu alma.


II

Agua cálida de medio día, para la oscuridad
que en algún momento
te llegue a cubrir o acechar,

agua fría, congelada, de media noche,
para cualquier volcán de ira o dolor
que de repente estalle en tu corazón.


III

Navegan por mis recuerdos
noches frías que se hicieron amenas
por la voz de miel que posees;

una tarde bajo cielo gris,
de miradas infantiles,
bajo árboles cubiertos de Rocío.



IV

Haces parte de mi tiempo;
y por tanto, en vez de ser efímera,
tu sonrisa se impregna en mi recuerdo

y la imagino como si la hubiera visto ayer,
como si la viera en estos segundos
y como si la fuera a ver mañana.

28 agosto, 2012

En noches como esta


Hay noches, taciturnas y tristes como esta,
donde ni el cielo con cúmulos de estrellas,
-cielo donde duerme el silencio más prolongado,
y respira la luna más gigante-
logra sacarme una sonrisa,
ni siquiera condenarme a vivir un sueño,
como en algún tiempo atrás.
En noches como esta, vaga y solitaria,
es cuando me ahogo despacio
en la total y fría oscuridad.

26 agosto, 2012

Oda a las sombras

Teman, hombres encadenados y tristes,
como siempre han temido a lo largo de la historia,
a las sombras interminables que hay en el inframundo,
o a las que nacen gracias al fuego en el infierno,
y así podrán perder la noción y la conciencia
y luego caer a un mar de penumbra y olvido.

Hagan de su memoria y de su imaginación
los instrumentos más hirsutos y vilmente prósperos,
para que, sin demora, conquisten al miedo,
y que luego, sin tiempo ni reacción,
sucumban irremediablemente ante él,
y se conviertan en cuerpos que viven en oscuridad.

También caminen, no importa la forma ni el momento:
debajo de un faro de luz, con vela o antorcha en mano,
de día con un abrasante sol, o de noche bajo una luna visible,
 No importa, caminen bajo cualquier
forma y manifestación de luz:
¡Podrán ver cómo su alma los persigue sin cesar!

Véanse ustedes mismos, sin necesidad de espejo:
la sombra no es sino el alma que salió gracias a la luz.
Allí camina, con ustedes en todo momento,
en cualquier parte del mundo o del sueño.
No hay persona, por más bondadosa o perversa que sea
que no tenga una sombra que la cobije y la acompañe.

El insondable cuerpo de la sombra,
que iluminó hace milenios la mente de Platón
que inundó de dudas y tormentos la mente del Humano.
Percántense de la pulcritud de sus movimientos,
hasta más bellos y fugaces, que hacen ver toscos
a los del mismo cuerpo al que pertenecen.

De inmediato hay que borrar el habitual y precario pensamiento
que dicta que el alma sólo es una blanca luz.
No, pues el alma también es tinieblas, y es parca;
esto no significa que sea maligna o siniestra,
sino que puede ser luz propia que nos guía en la fantástica vida
o la oscuridad que nos arrulla en la taciturna noche.

Ahora, recomiendo ya, luego de pasado el miedo infundido,
la incertidumbre hallada y la muerte prematura,
de todo esto que han sido parte siempre,
a que amen a su sombra, sin pudor ni vergüenza,
que intenten perseguirla y abrazarla,
porque también ella se siente sola.

Lejos de todo, váyanse con su sombra, horas y hasta días,
mirándola sin descanso, y lograrán encontrarse,
y encerrarse con ustedes mismos, sin salida.
Cuando salgan por fin, vislumbrarán un mundo de sombras,
donde cada persona y ser tienen la suya,
irrepetible como la existencia, indestructible como el tiempo.










19 agosto, 2012

La sombra que te acecha


Un camino se dibujaba bajo tus pies,
y el horizonte te marcaba el rumbo,
ibas en busca de algo o alguien, no sabemos qué,
¿Serías tú, sería yo? ¿Quién...?
Nos preguntamos eso cada amanecer.

Tu mayor error no fue esa caída
mientras caminabas distraída,
-pues hay errores necesarios-
tu error fue el cerrar los ojos y olvidarte
de mi, que siempre fui tu baluarte.

Quedaste atormentada, pues creías, equívocamente,
estar sola, olvidada, y con el rumbo marchito;
con el camino destrozado, tanto como tu corazón,
tanto como el mío, que latió hasta el momento
en que tu alma, vida mía, de otro se enamoró.

Hoy es de día y no ves el sol: las nubes lo tapan.
Cae la noche y no ves la luna: es por su fase nueva.
Te invade el recuerdo y no me encuentras:
no pierdas el tiempo, ni recorras el mundo,
tranquila, ahora soy tu sombra que te acecha,
enamorada perdidamente, que de ti no se despega.




Saluda a esta despedida

Último domingo

Esta semana que pasó nos bañaron 2 veces en el patio, el martes y el jueves, estábamos desnudos como de costumbre, fue unos minutos antes que saliera el sol. Debido a eso estoy muy enfermo, mi cuerpo es débil y mi alma lo es aún más. Cuando me cae el chorro de agua, el cuerpo se me entumece, tiemblo como perro enfermo; ah, también me cae una lágrima todas las noches, al recordarte. El sol se ríe de mi, porque estos meses ha decidido esconderse detrás de las nubes; se ríe porque no tengo su calor; porque tampoco tengo tu calor; porque ni siquiera tengo ni encuentro mi propio calor, y por eso muero.

Ya se me terminará el pedazo de carbón con el que siempre te escribo estas cartas; así que ésta será la última. Si, puedo ir a conseguir más carbón, pero... ¿Para qué? Han sido tantas las cartas que te he enviado todos los domingos que me desvanezco cuando me doy cuenta, en el transcurrir de la siguiente semana, que no responderás, ni vendrás, ni me recordarás.

Han sido 15 largos años, Ana, tan largos como el camino que me conduce a ti. Y lo sabes. Me siento como un león de circo, encerrado entre barrotes, humillado, queriendo salir para acabar todo y comerme el mundo. Pero soy cobarde.

Me mira desde algún lugar del universo o desde alguna instancia del tiempo ese sujeto alto y de sombrero, oculto en la oscuridad, en la neblina, las sombras. Siempre tan misterioso, peligroso, pero lento y ahora.. ahora muerto. Es increíble que esta mano que te escribió tantas cartas de amor, de espera y hoy, de despedida, haya sido la que puso fin a un hombre. Pero ya comprendo que esa es la vida.

¿Qué daño puede causar el cielo o una rosa? Mucho, más de lo que crees, hermosa. Pues del cielo vienen esos vientos secos que son caricias que lastiman, en él están esas nubes que nos tapan el sol, de día el cielo se vuelve un espejo que impide ver el universo y de noche se vuelve un manto de tinieblas que nos envuelven y asusta. La rosa te puede cortar la piel, sus pétalos intentan ser igual a tus labios, ese color de la rosa es el de la misma sangre, esa que nos hace saber que hemos cometido un crimen, que somos monstruos. ¿Qué daño te puedo causar yo? El daño infinito que causa el amor.

Ayer un guardia me dijo que la libertad me espera, faltan pocos días. No iré a buscarte, a mirarte ni a querer sentirte a mi lado. Tengo que buscarme yo mismo, mirarme por primera vez en la vida, profundamente, sentirme vivo... Pues también me han dicho que la muerte me espera, falta poco tiempo para encontrarme con ella. Espero que no te pongas celosa.

Mi cielo, mi rosa... Se terminó el papel. Ah, también se terminó el lazo que nos unía, el cual yo sostenía con más fuerza y vigor, mientras tu lo tenías con un dedo y los ojos cerrados. No importa. Ahora el delgado lazo cae sin retorno entre un abismo de olvido y pena. Allá estará mejor, no temblará tanto, por fin cayó. Ojalá estas palabras, como muchas otras veces, hagan crecer rápido enarbolar místicamente el fuego de tu chimenea.

07 agosto, 2012

Tardes soleadas de un después

 "...mas del cielo los dos sé
que estamos muy cerca,
tú porque eres hermosa,
yo porque soy muy viejo"
Víctor Hugo.






A través de los cristales
veo las montañas de la ciudad,
reflejando la luz solar,
avisando que pronto la noche
fría y oscura, de magia todo cubrirá.

Luego, las palabras vuelan
por encima del humo del café,
y pronto se hacen ecos,
y no saben, ni ellas ni yo,
porqué todo debe terminar, porqué.

Calles frías e históricas
nos recuerdan que nos perdimos
en el río del tiempo,
del que podemos salir nadando
despacio, juntos, sonrientes de la mano.


II

Y después de la epopeya vivida,
puedo abrir más los ojos,
y ver cada detalle del mundo y de la vida;
abrir más la mirada
teniendo los párpados cerrados.

La sombra que nace por culpa del sol,
un pájaro que canta sin pena,
un árbol que baila con el viento,
la inmensa sonrisa de un niño,
la mirada cansada del anciano.

Tener la pupila encarcelada
detrás del parpado soñoliento,
y aún así seguir caminando,
viendo todo con cada sentido,
sobre todo con el más sensible:
el corazón.



III

Tu mirada profunda y estática
que hace temblar al Coloso;
tus manos tersas y pequeñas,
que hacen enternecer a los volcanes;
tu voz, dulce e inquieta,
que hace dormir a los raudales.

Tu delicada silueta,
que envidian los ríos;
la suavidad de tu cabello
que desean campos de algodones;
tu ser, único y majestuoso,
que quiere este hombre.

Musa de tantos poemas,
luz de tantas sombras,
recuerdo de tantos momentos,
mujer, soñada en mis versos.

IV

Sueño con volver a vivir, solemne,
tardes soleadas contigo, siempre,
y no quedarme en sueños
tampoco en estos imborrables recuerdos.

Razones de estar contigo abundan,
cada día nace una fuente de motivos,
de sueños y de razones para estar a tu lado;
lo difícil y triste es suponer que tú
no encuentras y no hallas
razones para estar conmigo.






06 agosto, 2012

Primer y último beso de un halcón



I

Desde la cima de una peña
te mira un halcón enamorado,
que permanece quieto como el silencio
y sereno como la lluvia y el vacío.

Encima de él, de sus alas,
carga con el cielo tempestuoso,
y con sus garras afiladas se aferra
a la tierra que huele a paraíso.

Tú, como el fuego, mi estrella en tierra,
miras asombrada en medio de la nada,
hacia arriba, a esa ave que es estatua,
que te mira, que tú miras.

Pasan los segundos uno a uno
y los cuento con cada parpadeo,
de tus ojos grandes y bellos,
con cada abrir y cerrar de ojos dionisiaco.


II

Se miran, se celan, se miran más.
El halcón quiere la libertad de tu alma,
y tú la de sus enormes alas.

Tu pupila se estrella con su pupila,
y así, sin sentirse, sin tocarse ,
con la mirada dos almas se besan.

Sin querer perder la batalla,
ambos emanan una sonrisa discreta,
pero los delatan sus ojos de luz.

Y el sol quiere que amanezca,
y las estrellas miran sonrojadas.
Y yo estoy en alguna parte del mundo.


III

Sale el sol y se abren las alas del halcón,
tanto así, que no se ve el sol.
Tanto así, que ya no ves el cielo,
sino las alas son tu cielo ahora.

El halcón se levanta impetuoso,
emprende un vuelo nuevo
hacia el horizonte, es decir,
hacia ti, mujer bellamente utópica.

No te mueves, ni un poco,
mientras tanto el ave rapaz se acerca,
como si acechara una presa,
la más deliciosa y celestial presa.

Faltan pocos metros,
y se siguen mirando;
más aún cuando cierran los ojos
y no saben qué es el tiempo.

IV 

Llega por fin el ave ante ti
y se detiene súbita, de repente,
abre sus enormes alas,
para encerrarte allí.

Y cuando crees que él te dará muerte,
que estás a pocos segundos,
de un último suspiro,
él se posa y muere en tu dulce boca.

Siendo tú, una rosa roja,
ahora con tu boca besas, susurras y gritas,
frágil, ágil y hermosa: rebeldía y libertad.

Y la noche permanece inmóvil,
y la luna permanece inquieta.
Y yo, soy la mirada, la peña y el halcón.

05 agosto, 2012

En ocasiones de bestial incertidumbre


En ocasiones de bestial incertidumbre
me embriago con tus besos, ilusorios,
en la mañana los veo cayendo desde el cielo,
en la tarde atravesando bosques,
y en la noche posandose sobre mis labios.
Imagino còmo me miras con serenidad
y sucumbes a mis labios, frágil.

Encuentro que la única manera
de conocer qué es mi alma,
es viéndome en el reflejo de tus ojos,
un reflejo tan trèmulo y puro
como la puesta del sol sobre el mar.

Cuando el viento me da caricias
sé que son tus manos tersas,
traídas a mi por el viento, el tiempo.
Y a pesar de que el tiempo no perdona,
tu amor por mi, si existiese,
viviria y se prolongaría eterno,
jamás serían cenizas, que lloran.

Ya recorrí millones de caminos
y no encuentro aún la cumbre
donde pernocta nuestro amor
y permanece insomne,
que clama a gritos ciegos
ser visto y rescatado, hoy.

La luna deja caer lágrimas de luz
y el sol ahora llora fuego,
son astros que miran, indignados,
cómo el destino juega con nosotros,
al ver cómo es el tiempo el que me congela
y no el frío y la lucidez de la luna;
cómo es el futuro el que me quema,
y no el corazón ni la espuma del sol.